Felicidad y Arquitectura
Queridos lectores, os escribo
estas líneas desde mis vacaciones en la costa mediterránea, en uno de los pocos
lugares que aun se conservan sin esa masificación tan tristemente
característica del levante.
Estas son unas vacaciones muy
especiales para mí, ya que son las primeras con nuestro hijo, que nació en
Mayo. Parece que suene a tópico aquello de que un hijo te cambia la vida, pero
es que es absolutamente cierto. A partir de convertirte en padre o madre,
comienza uno a tomar una perspectiva diferente de la vida y sus prioridades.
Durante las semanas antes del
gran momento y sobre todo después del nacimiento, es cuando uno empieza a
plantearse como narices se va a conciliar la vida laboral con la familiar. ¿Se
puede encontrar el equilibrio? ¿Qué pasa con todos esos sueños de grandeza, de
triunfo, de poner tu sello en el mundo, de ser respetado?
La vida, cual novela de adolescentes
que al final de cada capitulo te lleva a una u otra pagina ofreciendo finales
alternativos, está llena de decisiones. Cada uno es libre de buscar su propio
camino y hacer las cosas a su manera, pero para mí el objetivo final de todo
ser humano es ser feliz. Y si una cosa parece clara es que la felicidad no se
encuentra al final del camino, si no en el camino mismo. Por mucho que en la
sociedad de hoy se empeñen en decirnos lo contrario.
Todos los Arquitectos hemos
crecido escuchando que un arquitecto lo es por vocación. Nos formamos para
cambiar el mundo con nuestras ideas. Defendemos con pasión en lo que creemos y
nos tomamos como una ofensa todo aquello que no está alineado con nuestra
manera de pensar. El arquitecto de vocación no se mueve por ideas capitalistas,
si no por ideales humanistas. Es por ello que el gremio siempre mira de reojo y
critica a todo aquel profesional que hace mucho dinero, ya que pensamos que ha
vendido su alma al diablo. Esto es lo que nos han querido enseñar en la
escuela, esta es nuestra verdad. Ahora bien, ¿de verdad que no hay más
realidades aparte de esta?
Esta semana estuve leyendo la entrevista que le hizo el periódico El País a la arquitecta Carme Pinós. Para
quien no lo sepa, Carme Pinós fue la pareja sentimental y profesional de uno de
los arquitectos españoles mas geniales de todos los tiempos, Enric Miralles.
Pinós se separó personal y
profesionalmente de Miralles a principios de los 90 y durante más de una década
no se supo prácticamente nada de ella. Esto cambió a principios de este siglo cuando
proyectos como la torre de Guadalajara en Mexico o el CaixaForum de Zaragoza,
hicieron que Pinós fuera reconocida como la gran Arquitecta que es, dejando de
ser considerada poco más que la comparsa del genial Miralles.
En la entrevista que Carme
dedica a El País, la arquitecta se muestra absolutamente honesta frente a todas
las preguntas del periodista. En una de ellas responde a si se siente frustrada
por el hecho de tener 60 años y no haber podido tener una familia. Pinós,
mostrándose muy franca, responde que aunque le hubiera gustado tener hijos no
se arrepiente, ya que tener una familia la habría impedido dedicarse a la
arquitectura al 100%. Y yo me pregunto, ¿realmente la arquitectura se merece
que le dediquemos el 100% de nuestras vidas?
En otras de sus respuestas sin
desperdicio, la arquitecta sostiene que ella solamente ha trabajado en aquello
que la satisface completamente, y critica a todos aquellos arquitectos que tienen
ciertos proyectos que les “dan de comer” y otros que son los que se publican. Y
yo me vuelvo a preguntar, ¿cuántas profesiones existen en las que uno se pueda
permitir el lujo de trabajar exclusivamente en lo que a uno le llena
intelectualmente al 100%?
¿Es que un médico puede
permitirse curar solamente las enfermedades más raras? ¿Es que un abogado puede
permitirse defender tan solo a los que son inocentes al 100%? ¿Es que un
científico puede permitirse investigar solamente la cura a enfermedades que no
serán comercializadas por las grandes farmacéuticas? ¿Es que de verdad un arquitecto
puede permitirse tan solo realizar aquellos proyectos que le llenan plenamente?
A mí esto me parece muy utópico, sobre todo en los tiempos que corren.
Todos salimos de la escuela
dispuestos a ponernos el mundo por montera, pretendiendo ser el nuevo Le
Corbusier o el nuevo Wright. Aunque bueno, hay una muy clara diferencia entre
estos dos venerados arquitectos, que ilustra los polos opuestos entre la
arquitectura en el mundo anglosajón y el europeo.
Le Corbusier fue un arquitecto
frustrado toda su vida, lacrado por sus ideales y utopías irrealizables. Un
buen ejemplo de ello se puede encontrar en este estupendo post de Arquitectamos
Locos acerca de Le Corbusier, le petit cabanon y la casa E 1027. Link: La cabanita y la higiene sexual
Frank Lloyd Wright tuvo una vida
tempestuosa, que va mucho mas allá de la novela “El Manantial” de Ayn Rand, que
dicen estar basada en él. Pero lo que le diferencia frente a Le Corbusier es
que Wright hizo todo tipo de proyectos, unos pocos se publicaron y son
mundialmente famosos y otros, la mayoría, no. Wright diseñó y construyo mas de
1000 viviendas, aunque solo una decena de ellas son internacionalmente
conocidas.
A mi la arquitectura me encanta,
es mi pasión, pero yo no quiero vivir para ella. He trabajado con gente que
vive por y para ella, cosa que respeto, pero no creo que nunca lleguen a ser
plenamente felices. De hecho, pasado un tiempo se les puede ver tremendamente
infelices y tratando de hacer igualmente infelices a todos aquellos que
trabajan con ellos y no comparten su obsesión.
Llegado el momento cada uno debe
decidir que es lo que le hace feliz: El poder, el dinero, la fama, la
realización personal, la familia, sentirse cerca de Dios… Lo que nos hace
felices puede cambiar a lo largo del tiempo. No tiene por que ser una sola
cosa, pueden ser varias, pero no dejéis nunca que nadie os diga que es lo que deberíais
hacer para sentiros realizados. Ni siquiera yo con este artículo.
Dicen los mayores que la vida se
pasa en un suspiro, y yo desde luego que puedo decir que en los últimos cinco
años he pasado de hacer un viaje en bicicleta a ir en tren de alta velocidad.
Así que tengo mucho respeto por lo que cuenta los mayores. A mí la felicidad me
la da ahora despertarme por la mañana y ver a mi mujer y a mi hijo dormidos
plácidamente en la cama mirando hacia el mismo lado y con exactamente la misma
postura. Eso no lo puede comprar ni la fama, ni el dinero, ni el poder, ni
nada.
Feliz verano.
Carlos,
ResponderEliminarMi sicera enhorabuena! Felicidades por tu paternidad, es un momento maravilloso de la vida, yo también lo he vivido recientemente y, debe ser por ello, me siento plenamente identificada con tu post.
Me gusta mucho la franqueza con la que escribes y lo que has escrito, aunque lo leo bastante tarde...
Feliz Verano